jueves, 6 de noviembre de 2008

César Vidal, el Rey Arturo y los Men in Black (I)


Cuando se desea elogiar la carrera de Robert de Niro, normalmente se destaca la calidad de su trabajo interpretativo en obras maestras como Taxi Driver o Toro Salvaje. Sin embargo, cuando se quiere hacer lo mismo con Fernando Esteso, tan sólo se dice de él que ha protagonizado más de doscientas películas.

Siguiendo este principio, no debe extrañarnos que los defensores de César Vidal siempre nos hablen del abultado número de libros que han sido publicados bajo su nombre; una ingente producción que, en los últimos años, vendría a salir a casi un libro por mes. Algo que lo convertiría en un auténtico Príncipe de los Ingenios Meapilas, pues abarca tanto novelas históricas como otras obras de divulgación centradas en los periodos y temáticas más dispares, cuya escritura ha de compaginar diariamente con la dirección de un programa de radio y el rosario de a una.

A cualquiera vagamente familiarizado con el trabajo de escribir, esta labor forzosamente se le antojará una obra titánica y, por tanto, deberíamos imaginarlo pasando las noches en vela, corrigiendo textos y consultando monografías, con los ojos enrojecidos por la pantalla del ordenador y unas profundas ojeras causadas por las largas horas de vigila. En definitiva, con un cuerpo literalmente consumido –nótese el sutil juego de palabras- por el cansancio y el esfuerzo intelectual.

Es decir, nos lo imaginaríamos así si no hubiésemos visto su aspecto lozano, de rotundas y generosas carnes, en alguna fotografía de Libertad Digital.

Hablando sin subterfugios, yo no creo que el hecho de que Vidal emplee una cohorte de negros para sacar adelante su sello editorial neofranquista sea algo criticable en sí mismo, si al menos ofreciera a sus lectores un producto que contase con unos mínimos de calidad. Lo que sí me parece lamentable es el cúmulo de errores históricos que su obra atesora, especialmente si tenemos en cuenta la cantidad de licenciados en paro que hay en nuestro país.

Ojear la introducción histórica de su clásico España Frente al Islam es como leer una de esas antologías del disparate, basadas en los más desafortunados despropósitos de la era postLOGSE. No es de extrañar que entre ellos se encuentre que los íberos habían llegado de Oriente Medio, pues en sus Antigüedades Judaicas, Flavio Josefo dice que los íberos surgieron de los descendientes de Túbal -uno de los nietos de Noe, superviviente del Gran Diluvio Universal-, y aunque el historiador judeo-romano en realidad se refiriese a un pueblo de Armenia llamado de igual forma, esto hizo que, hasta el siglo XIX, se reconstruyera el origen de los españoles a partir de una peregrinación que, procedente de esas tierras y tras atravesar el norte de África, habría llegado hasta nuestra península.

En fin, decir que la bibliografía de César Vidal se encuentra completamente obsoleta bajo la luz de la ciencia histórica actual, resulta un tímido eufemismo semejante a decir que Osama Bin Laden es un tanto puntilloso en cuestiones de fe. Y no deberían extrañarnos todas esas reminiscencias bíblicas, puesto que Vidal es un declarado creacionista que niega la existencia de la evolución de las especies.

(continúa)

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