El Libro de la Orden de Caballería de Ramón Llull expone las razones fundamentales por las que, durante buena parte de la Edad Media, los enfrentamientos armados entre caballeros se habían convertido en la principal ocupación de la aristocracia europea en tiempos de paz, además del espectáculo más deslumbrante que las gentes de la época podían llegar a contemplar jamás. Algunas de estas razones resultan bastante evidentes, al tratarse de actividades concebidas inicialmente como meros entrenamientos marciales. Otras, sin embargo, no lo son tanto y para comprenderlas debemos ponernos en el lugar de aquellos que vivieron en una época gris y monótona, inmersos en un estado que hoy podríamos considerar próximo a la miseria. Los torneos celebrados con motivo de encuentros diplomáticos, coronaciones, bodas, recepciones reales o el esperado fin de campañas militares, repletos de música, banquetes y danzas, constituyeron breves interludios de color para una sociedad mayoritariamente rural, en los cuales además la violencia que los amenazaba a diario había sido domesticada, convirtiéndose en mero divertimento. Más aún, si consideramos que su organización, realizada meticulosamente durante meses, suponía un enorme gasto económico para sus patrocinadores, podremos atisbar otros motivos más trascendentes para su mera razón de ser: la ostentación de la nobleza feudal de su propio poder militar y económico, el auténtico sustento del orden social...
Artículo publicado en la revista memoria y colgado en la web de Armatura, academia de armas. Es la tercera y última parte de un pequeño ciclo centrado en los tres fenómenos “deportivos” más importantes de la tradición marcial occidental: las competiciones de lucha griegas, los espectáculos gladiatorios y los torneos medievales.
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